Publicación admitida 2017 por el Tribunal Científico de Publicaciones de ASAPER Área Psiciperinatologįa Prof. Titular de Obstetricia (Universidad de Buenos Aires) Dr Roberto Keklikian y Prof Lic en Psicologia (Universidad de Buenos Aires) Susana N. Vignolo
Autora:
Lic. Vanesa Giles
La mujer, desde el punto de vista fisiológico, está preparada socioculturalmente para reproducirse.
Pasar del embarazo a la lactancia y así sucesivamente. Por eso la pérdida de un hijo se vive como una maternidad frustrada.
Un hijo, es un hijo. No importa la edad que tenga, si es recién nacido o se encuentra aún en el seno materno, si tiene ocho semanas o cuarenta de gestación.
Una embarazada que concurre al control de su embarazo y el obstetra le dice que no se escuchan los latidos de su bebé, se compara como que alguien le esté clavando un puñal en el corazón, como cita en su poesía G. Leopardi “Aguijón que me punza de tal modo que, descansando, más que nunca estoy, lejos de hallar paz y sosiego”. Le invaden la angustia, rabia y tristeza. Además
de la gran pregunta ¿por qué a mí?, quisiera encontrar una respuesta a esta pregunta, pero hay un bloqueo por todo lo que se ha construido hasta el momento. Reacciona y el criterio de su vinculación con la realidad es la reacción instintiva y la falta de reflexión.
Por eso, es importante en cómo se le da esa información y acompaña a la madre, porque esto determinará en cómo afecta en su parte psíquical. No es lo mismo alguien que esté acompañada, se le explique y contenga, a un profesional distante y que sólo da su “veredicto” y se va.
El médico o equipo de salud deben tener en claro que el sentimiento que va a aparecer es el dolor y la tristeza, y tienen que permitir que este sentimiento aflore sin tratar de frenarlo.
Una vez que la pareja sale del shock y del momento de negación, se los debe acompañar emocionalmente en el dolor. Tomarse el tiempo de charlar con ellos o simplemente acompañarlos desde el silencio. Porque no deben sentirse solos, sino que sentirse acompañados empaticamente por los profesionales que los atendían.
No hay que restarle importancia si el embarazo que transcurre es de pocas semanas, ya que el dolor existirá igual; sino que hay que ayudar a esa pareja a enfrentar el vacío que sienten tras la
pérdida de su bebé.
Pensemos que esta pareja pensaba en formar una familia, habían comprado cosas para su bebé, habían proyectado cosas en su futuro; y de repente, en tan sólo segundos, ese castillo se desmorona. Ellos deberán enfrentar un duelo y esto se verá reflejado en un malestar físico y psicológico. Y pasar por una tristeza y distanciamiento emocional respecto a los demás.
Santo Tomás describía a la tristeza como el deseo de un bien ausente: “La tristeza es una nota inevitable y significativa de la vida, porque en cada momento – y más cuanto más intenso es el momento – percibes que hay algo que todavía te falta, la tristeza es una ausencia que sufrimos”, citaba Don Giussani.
Lo que puede suceder es un bloqueo emocional, en el cual se sufre mucho, y a veces llegando a ser devastador, o podemos encontrar la “depresión sonriente”, donde la paciente actúa como que todo está bien, que ya superó el tema y por dentro algo más que una simple tristeza, ocultando de esta manera sus verdaderos sentimientos.
La angustia es una alarma emocional, pasajera y adaptada a las circunstancias. La palabra “angustia”, del latín angustiae, significa estrechez, estado precario, situación crítica; en Alemán die angst, angustia, congoja, miedo, tortura, tormento, martirio, pesar, pena, entre otros. Se sabe, que el que elabora las respuestas de angustia, es el sistema nervioso central haciendo resaltar la
opresión o dificultad para respirar. En la angustia se produce un incremento del tono simpático, y aparecen síntomas como transpiración, dilatación de la pupila, aumento de la frecuencia cardíaca.
La persistencia en el tiempo de esta angustia, de este estado de desequilibrio, pueden producir modificaciones en el círculo emocional, las cuales pueden acompañarla de por vida, transformándose esta angustia fisiológica en patológica.
Muchas personas, aún pasado bastante tiempo, reprimen el hecho, su tristeza y angustia. Pero cuando esta emerge, se conmociona y estalla en llanto, como si lo sucedido estuviera ocurriendo
“aquí y ahora”.
Ya Freud definió el duelo como la reacción a la pérdida de un ser amado, significativo en la historia emocional del sujeto. Por esto, no solamente la mujer vive su duelo, sino que es frecuente un
conflicto en la pareja, hasta el extremo de que puede traer dificultades de integración de la misma.
Freud observó que las representaciones mentales de vivencias dolorosas se conservan en la conciencia y memoria, pero éstos son reprimidos, son sometidos a un proceso de aislamiento.
Produciéndose así lo que llamamos mecanismo de defensa. Porque el individuo frente a situaciones displacenteras o traumáticas, como en este caso la pérdida de un hijo, recurre a
diversos mecanismos defensivos para proteger su integridad.
Toda situación de pérdida genera un duelo, y todo duelo es factible de ser resuelto adecuadamente o de fijarse en algunas de sus etapas: Conmoción, Negación, Tristeza, Reorganización.
De acuerdo con la forma como elabore el duelo, aceptará que el siguiente embarazo no viene a reemplazar al anterior perdido, sino que será aceptado como otro nuevo. El pasado condiciona hábitos y el porvenir iniciativa.
Existen textos antiguos, como el Carmides de Platón, que trasmiten la preocupación por la salud y la enfermedad en sentido holístico. “Zalmoxis, nuestro rey, que es un Dios, dice que así como no debe procederse a curar los ojos sin curar la cabeza, ni la cabeza sin curar todo el cuerpo, así tampoco el cuerpo sin curar el alma; y ésta sería la causa por la cual entre los griegos, se sustrae del alcance de los médicos la mayor parte de las enfermedades: desconocen éstos, en efecto, el todo hacia el cual debería dirigirse su cuidado, y con cuyo malestar no es posible el bienestar de parte alguna.” “… cuando se ha producido en el alma la serenidad y está presente, se hace fácil procurar la salud a la cabeza y al resto del cuerpo.”
Como profesionales debemos estar atentos a esta mujer que ha atravesado una pérdida perinatal.
Porque esta angustia puede llevarla a un desorden psíquico, y luego transformarse en una neurosis traumática. Pero acompañada por profesionales, familia y amigos, superará el duelo.
La persona tiene sus tiempos y puede sufrir altibajos, demandar un largo tiempo, ya que no es un proceso lineal.
Este dolor es un dolor que los acompañará durante toda la vida, aún teniendo muchos hijos, porqué ningún hijo reemplaza a otro.
Es un dolor que los acompañará toda la vida, aunque con diferente intensidad.
En el fenómeno humano, Theilhard de Chardin recuerda una gran verdad: “El mayor peligro que puede temer la humanidad de hoy no es una catástrofe que le venga de afuera, una catástrofe
cósmica, no es tampoco el hambre ni la peste; es, por el contrario, esa enfermedad espiritual, la más terrible porque es la más directamente humana de las calamidades, que es la pérdida del gusto de vivir”. En esta situación de perder un hijo, el individuo se encuentra vulnerable dentro el tejido social y puede caer en la soledad más profunda, sintiéndose reducido en pedazos. Cuando hablamos de soledad nos referimos a vivir con ausencia de significado.
Chudakov, poeta ruso, lo describe perfectamente: “Cuando gritan ¡hombre al agua! El transatlántico, grande como una casa, se para al instante y al hombre lo pescan con sogas. Pero cuando fuera de a bordo está el alma del hombre, cuando se ahoga en el horror y en la desesperación, ni siquiera su propia casa se para, sino que se aleja”.
En el caso que nos encontremos frente a una mujer que está psíquica o emocionalmente ausente porque no puede relacionarse o vincularse con el entorno que la rodea, debemos inmediatamente tomar medidas psicoterapéuticas, para poder acompañar y procesar la depresión que está viviendo.
No debemos olvidar que la depresión es una enfermedad común, pero grave, y las personas que la padecen necesitan tratamiento para mejorar. La depresión es una pérdida de valor, de energía, de deseo y de alegría, todo pierde sentido.
Es nuestra tarea como equipo ayudar a esa persona a recuperar el sentido de su vida.
Lic. Vanesa Giles
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